Autor: Ismael Mena, formador de Campus Trilema. Preparas clases amenas, procuras dar un feedback habitual a tu alumnado, en ocasiones cuentas anécdotas personales para ver si así se animan a trabajar, te acercas a la mesa donde ese/a alumno/a está más desganado para ver si con tu presencia se empieza a poner las pilas, propones algún tipo de premio si acaba lo que toca… ¡Y nada! Es así como nos entra el desánimo a los docentes, cuando hacemos esfuerzos que no dan fruto y vemos con claridad que no damos al alumnado lo que sea que necesita. Acabas por asumir que no has sabido cómo motivar a ciertos/as alumnos/as y piensas que quizá nunca nadie podrá hacerlo.

Y en parte es verdad: Nadie puede motivarles, excepto ellos/as mismos/as. Hoy en día, sabemos que la motivación extrínseca, es decir, la que llega desde fuera del sujeto; apenas funciona. Durante mucho tiempo se pensó y se practicó el sistema premio-castigo para motivar al alumnado cuando, en realidad, lo que se buscaba era que obedecieran lo más ciegamente posible, sobre todo a través del castigo. Pero es que los premios tampoco funcionaban como nos hubiese gustado y, además, podrían crear dependencia.

Lo que en este momento tenemos claro es que la motivación es algo diferente al: “a ver qué hago para que hagan lo que quiero que hagan”, sería más bien: “a ver qué hago para se obliguen a sí mismos/as a hacer aquello que quiero que hagan”. Dice José Antonio Marina… al educar, lo que tratamos es que un niño cambie sus motivaciones por las que a los adultos nos parecen deseables. Al niño le gusta jugar, no estudiar. Quiere correr, no estar sentado en el aula… El problema práctico de la motivación es conseguir que alguien acepte como propios los motivos y las acciones resultantes que nos parecen más convenientes para él (o para nosotros)”. En otras palabras, motivarse es engañarse a sí mismo para hacer lo que toca, sea ilusionante o no. No es realista dejar la motivación en manos de la ilusión.

Las tres preguntas clave que señalan el camino de lo que deberíamos enseñar explícitamente a hacer a nuestro alumnado para motivarse:
¿Cómo puedo influir sobre mis deseos?
¿Cómo puedo influir sobre los incentivos?
¿Cómo puedo influir sobre los factores que facilitan la decisión?

Cobrar a fin de mes es la motivación de millones de trabajadoras en todo el mundo y a pesar de que su trabajo no les entusiasme, llegan puntuales y hacen sus tareas. Aconseja Marina que “para evitarlo (creer que la motivación solo es motivación si se da acompañada de las ganas), recomendamos a los padres que introduzcan muy pronto la palabra “deber” en el vocabulario de los niños –nunca después de los cinco años–, explicándole que todos tenemos nuestros deberes, y que muchas veces no nos gusta hacerlo”.

El Experto Universitario en Funciones Ejecutivas y Aprendizaje de Campus Trilema dedica un tema entero al estudio sobre cómo motivar al alumnado y se ofrecen videos, casos prácticos y posibilidades de intervención en un aula para entrenar la motivación de todo el alumnado. Compartimos nuestro modelo didáctico de estrategia de contexto, modelado y desafío que ayuda a los docentes a salir del bucle castigo-recompensa y contar con posibilidades más eficaces para hacer que el alumnado asuma las riendas de su propia motivación, pues la motivación intrínseca sabemos que sí funciona. Los alumnos y alumnas de este Experto también aprenden cómo manejar la atención, el control de la impulsividad o la memoria, algunas de las 11 funciones ejecutivas que con más éxito podemos entrenar en la escuela.

¿Te motiva saber más? Si quieres más información sobre cómo conseguir que tu alumnado se automotive pincha aquí.