Autora: Sofía Mozas Puente (Profesora Trilema Soria)
Desde pequeña, he tenido la suerte de pertenecer a diversas asociaciones y clubs de ámbito deportivo, social y de voluntariado. Todo esto gracias a mi familia y la labor de profesores y profesoras del colegio Sagrado Corazón de Soria por los que sentía gran admiración y con los que ahora comparto claustro en Trilema Soria. Me siento muy afortunada de trabajar en el centro educativo donde me formé, pasé mi infancia, conocí a mis actuales amigas…En fin, todo un paquete de imborrables recuerdos. Ahora disfruto la oportunidad de “ser profe” y seguir aprendiendo día a día con mis compañeros y alumnos entre las mismas paredes y largos pasillos de mi querido cole. Actualmente colaboro con asociaciones deportivas y mis veranos siempre los he dedicado a la educación en el tiempo libre en campamentos de verano. En estos espacios, la convivencia y el trabajo en equipo siempre han sido las claves del éxito, en los que creo firmemente. Estos valores también forman parte de la metodología actual del colegio Trilema Soria.
La sensibilidad social respecto a la convivencia escolar se ha incrementado notablemente en los últimos años. También, y desgraciadamente, su popularidad se ha debido a la aparición de noticias tristes al respecto. Cada vez existe más interés sobre los aspectos sociales y emocionales que suceden en las aulas y cada vez más familias consideran el clima social de un colegio antes de elegir uno adecuado para sus hijos.
Elaborar proyectos y cooperar. Las metodologías activas como el aprendizaje basado en proyectos y el aprendizaje cooperativo mejoran la convivencia escolar.
La convivencia escolar podría definirse como la calidad del conjunto de relaciones que se establecen entre las diferentes figuras de un centro educativo (alumnado, profesorado, equipo directivo, personal del centro y familias). Una buena convivencia permite el desarrollo integral de los alumnos así como el logro de los objetivos educativos. En este contexto, las relaciones entre iguales y la salud social de los estudiantes, entendida como la calidad de las redes de amistad y la cohesión social existentes en las aulas constituyen uno de los aspectos más importantes en la convivencia escolar. En un sentido negativo, la aparición de situaciones de exclusión y rechazo en los grupos de clase, así como la existencia de conflictos entre iguales es un indicador de obstáculos en la convivencia.
Convivencia y aprendizaje, pues, se condicionan mutuamente. La causalidad circular permite comprender la interrelación entre ambos: cada uno es condición necesaria (aunque no suficiente por sí solo) para que se dé el otro.
¿Qué significa aprendizaje de la convivencia?
En realidad, se trata de un doble aprendizaje. En primer lugar, la convivencia se aprende. Es más, es un duro y prolongado -hasta podríamos decir, interminable- aprendizaje en la vida de todo sujeto, pues:
- sólo se aprende a partir de la experiencia.
- sólo se aprende si se convierte en una necesidad.
- sólo se aprende si se logran cambios duraderos en la conducta, que permitan hacer una adaptación activa al entorno personal y social de cada uno.
Por otra parte, la convivencia enseña. De ella se aprenden contenidos actitudinales, disposiciones frente a la vida y al mundo que posibilitan el aprendizaje de otros contenidos conceptuales y procedimentales.
Aprendizaje cooperativo como forma de convivencia
Son varios los autores que proponen el aprendizaje colaborativo como medida para que los niños aprendan a trabajar juntos, ayudándose entre ellos y dándose cuenta así de que todos pueden aportar cosas positivas y enriquecedoras a la hora de llevar a cabo una determinada tarea.
De hecho, Avilés (2006) afirma que el trabajo cooperativo no solo mejora la convivencia, sino que también constituye una medida de prevención frente al acoso escolar. Las investigaciones que se han llevado sobre el aprendizaje cooperativo estas tres últimas décadas indican que se mejoran las relaciones humanas y resulta un método muy efectivo para prevenir los casos de acoso escolar. De manera que trabajar con grupos heterogéneos en el aula favorece la disminución de la violencia y la exclusión, mejorando de esta manera la convivencia en el aula [León et al., 2012, p. 25].
Allport (1954) indica que hay que tener en cuenta que la convivencia en el aula es difícil y da lugar a numerosos conflictos, ya que cada niño tiene un carácter diferente y una realidad familiar distinta que les condiciona a la hora de relacionarse con su grupo de iguales. De manera que mediante el trabajo colaborativo tienen que aprenden a trabajar, ya que tienen que conseguir metas y objetivos comunes que solo se podrán alcanzar sumando el trabajo de todos. Además, también se favorece que los niños se conozcan entre ellos de una manera mucho más personal, sean conscientes de sus problemas y desarrollen así una empatía adecuada hacia el resto. Este tipo de trabajos posiciona a los niños en el mismo nivel, de manera que se evitan los diferentes estatus dentro de la propia clase y roles de carácter dominante.
Un ejemplo de trabajo cooperativo además del de nuestros colegios Trilema en parte de España lo podemos encontrar en el colegio Ártica, en Madrid (Coop. de Enseñanza JRO, 2018), que usa como método prioritario esta forma de trabajo. Aseguran que cuando sus alumnos trabajan en grupos cooperativos se favorece la integración de todos aquellos niños que se puedan encontrar en riesgo de exclusión social. Además, se favorece el intercambio cultural, lo que les permite establecer relaciones positivas y de respeto hacia las diferentes culturas que puede haber dentro de una misma clase. Se produce así una mayor cohesión entre los propios alumnos, lo que genera el desarrollo de actitudes como la confianza o la amistad que propician la integración de todos, creando así un clima de unión en el propio centro. Todo ello reduce la aparición del fracaso escolar o la falta de unión entre los compañeros, lo que mitiga la presencia de comportamientos violentos.
Metodología de trabajo colaborativo
Es fundamental realizar actividades mediante el trabajo cooperativo. Los niños deben llevan a cabo actividades que les ayuden a trabajar de forma conjunta contando con el trabajo de todos. Aunque, como dicen Barba, Martínez y Torrego (2012, p. 216), el aprendizaje cooperativo va más allá de trabajar de forma grupal (Slavin, 1999). Este tipo de aprendizaje presenta cinco características enunciadas por los hermanos Johnson (Johnson, Johnson, y Holubec, 1984; Johnson y Johnson, 1994) y aceptadas por la comunidad científica. Estas son:
(a) Interdependencia positiva. Consistente en pensar como “nosotros”.
(b) Interacción promotora, basada en ofertar ayuda y animar a los compañeros y compañeras.
(c) Responsabilidad personal e individual, que se traduce en un compromiso de trabajo concreto dentro del desarrollo grupal.
(d) Habilidades interpersonales y de grupo, que posibilitan aprender cómo relacionarse positivamente con los demás.
(e) Procesamiento grupal o autoevaluación, que desarrolla la capacidad de reflexionar sobre lo que hacen tomando decisiones en consecuencia. Desarrollar este tipo de trabajo fomenta las relaciones interpersonales y la cohesión grupal. Pero para ello también es importante la distribución espacial en el aula.
¿Cómo se distribuyen los alumnos en el aula?
Los criterios que deben seguirse para la distribución del alumnado en la clase deben estar orientados a favorecer el éxito escolar del alumnado y, por supuesto, no darse agrupamientos discriminatorios. Han de ser flexibles y heterogéneos (buscando la diversidad en los niveles cognitivos). Por ello se propone ser cambiados de sitio cada cierto tiempo. En nuestros coles Trilema, cada cambio de proyecto, para favorecer las relaciones interpersonales y la cohesión grupal . Esta organización permite que se ayuden entre ellos y se refuercen los lazos de compañerismo. Así, los alumnos que tienen mayor dificultad se sienten reforzados al ver que no son juzgados por sus compañeros, sino ayudados. En la práctica se observa que los alumnos con mayor capacidad motivan a aquellos compañeros del grupo con más dificultades o desmotivación. De hecho, en muchas ocasiones son ellos mismos quienes preguntan si pueden ayudar cuando acaban cualquier actividad. Se dan cuenta de que cada uno de ellos es diferente, tienen ritmos de aprendizaje distintos y otras maneras de trabajar. Pero esto no genera rechazo hacia los otros, sino que a través de la ayuda se fomenta la solidaridad y el respeto. Así empiezan a estar en disposición de colaborar entre ellos sin la intervención constante del docente, de manera que trabajan las relaciones entre iguales evitando el aislamiento. Pero, en cualquier caso, cabe resaltar que debe enseñarse a los niños a diferenciar entre ayudar a un compañero y hacerle la tarea.
Todas estas actitudes deben ser potenciadas y felicitadas por el docente, de manera que se favorezca que se sientan satisfechos con sus actuaciones y que las reiteren.