Autor: Martín Varela, subdirector Fundación Trilema
Impartir clases a través de la pantalla es como asistir a una representación cinematográfica de un cerebro abierto durante una sesión de aula. Recuerda a la película Inside Out de Pixar, Del Revés. Tratamos, desde nuestro puesto de control, llevar el orden de lo que queremos que ocurra en los minutos de conexión. Mientras, entre el alumnado, se producen momentos de intervención y desconexión, apagado y encendido de cámara, interrupciones y comentarios sobre los temas que se les vienen a la cabeza… ¡La vida misma! Y, sí, es exactamente lo que ocurría, más o menos en silencio, en sus cabezas, mientras impartíamos las sesiones presenciales.
Hemos perdido el control del aprendizaje. ¿Alguna vez lo tuvimos? Estamos totalmente a merced del alumnado. A su predisposición para aprender. A ponerse en marcha para ello. A querer hacerlo.
Esta lógica aplastante en la concepción del aprendizaje, se hace más evidente en los cursos de secundaria en esta escolarización semi-online a la que estamos asistiendo. La pequeña tensión positiva a la conexión y el encuentro con otros que surgió en parte del alumnado durante el confinamiento ha desaparecido. La posible experiencia adquirida en esos meses por parte de los docentes aun necesita mejora y ayuda.
Quizás solo se nos ha caído la venda de los ojos. Vivíamos en la ilusión del control y la cierta seguridad que nos daba la presencialidad. Y ahora, virtualmente, se ha destapado la realidad en toda su crudeza.
La tecnología no va a solucionar por sí sola las necesidades de aprendizaje. Hay que educar sus cabezas y su voluntad. Priorizarlo y aprender pautas que nos ayuden a conseguirlo, tanto a docentes como alumnos.
Es muy gráfica esta imagen sobre la progresión en la autorregulación y la metacognición de la Education Endowment Foundation.
Es sencilla, y marca el lógico camino. Pautar y modelar, hasta conseguir la mayor autonomía posible.
Algunas pistas para un trabajo más pautado que permita la autonomía a medio plazo en el entorno digital, las estamos abordando ya en nuestros programas formativos:
– Conecta un par de minutos antes. Para ser el primero, ir saludando y generar unos minutos de conversación informal previos.
– Implementa un sistema de “pasar lista” automático. No uses tiempo en esto, te hará falta para otras cuestiones más importantes.
– Comienza siempre con actividad de enganche.
– Acuerda con ellos las normas. Muy pocas al principio: modo de participación, encendido y/o apagado cámara y micrófono… Y revísalas periódicamente hasta que estén asentadas.
– Crea una rutina en el modo de configurar la sesión. Ahorrará explicaciones de qué y cómo toca en cada parte de tu sesión virtual.
– Sorprende con algo diferente. Al menos semanalmente. Precisamente para sacarlos de la rutina generada.
– Prevé algunos minutos de desconexión. En tareas automatizadas, en otra plataforma, generando salas para sus conversaciones… Las sesiones completas se hacen muy largas y necesitan desconectar para volver a conectar.
– Estimula la participación desde sus propias producciones de aprendizaje.
– Lleva un control de las intervenciones. Da sistemáticamente la palabra a todos en cada sesión o par de sesiones.
– Utiliza la conexión para acompañar el progreso en sus aprendizajes y dar feedback.
– Focaliza claramente en 2-3 cosas que quieres asegurar se lleven de ese tiempo de conexión. Y piensa cómo podrás asegurarte que cada uno de ellos lo consiguió.
– Establece un cierre metacognitivo de cada sesión.
– Sustituye algunas explicaciones y tareas por vídeo tutoriales y actividades que puedan realizar de manera asíncrona. Podrán acceder a ellas en otro momento.
– Personaliza el feedback en las plataformas que uses de apoyo para el seguimiento de sus tareas y aprendizajes.
– Conecta cuando te sea posible con tus alumnos de manera individualizada. Especialmente con aquellos que más lo puedan necesitar.
– ….
Esta es parte de toda la carne que podemos poner los docentes en el asador. Pero por mucho que hagamos, se produce ese salto de incertidumbre. ¿Responderá nuestro alumnado?
Reconocer que perdemos el control del aprendizaje, otorgarles el mayor espacio posible de protagonismo, saber que jugamos en un escenario de libertad, de elección por su parte, es el comienzo.
Admiro a los docentes, que, incluso desde la lejanía que supone una cámara en un ordenador, y por encima de mayores o menores habilidades tecnológicas, consiguen transmitir la fuerza que supone este punto de partida. Generar confianza, posibilidades, transmitir la calma necesaria, saber esperar… Esa complicidad que tratamos de trabajar para engancharlos a la posibilidad de querer aprender. Poner todas las supuestas prioridades del revés. O ponerlas como deben estar realmente…
Porque ya nos lo subrayaba la mayoría de la literatura científico-pedagógica antes y durante la Covid19: Los elementos clave para el aprendizaje efectivo en el aula son la propia conciencia del alumno de que puede aprender, y el clima en la relación docente-alumno. Con cada uno de ellos.