Autora: Marta Monserrat, directora de Trilema Safa (Madrid)

Añoro caminar por la escuela y ver a alumnos trabajando por todos los rincones. Unos grabándose y practicando su expresión oral, otros debatiendo entre ellos, algunos mirando un libro y organizando su cuaderno… En grupos, por parejas o de forma individual. El trabajo por Estaciones de Aprendizaje ofrecía una estación donde corregir sus trabajos, otra donde plantear sus dudas, otra de descanso y en la que la lectura les acompañaba; y también una para planificarse y ver qué seguir haciendo.

Los alumnos trabajaban por estaciones de aprendizaje la asignatura de Lengua, introduciendo la técnica de gamificación y recibiendo el nombre de Lengua Crush (en honor al juego Candy Crush). Esa era la imagen habitual de Trilema Safa hasta la pandemia.

Ahora, los espacios del centro tienen sus limitaciones, pero los alumnos siguen trabajando en sus aulas de forma autónoma y en movimiento gracias a la puesta en práctica de esta metodología clave para nuestras asignaturas instrumentales: Lengua, Matemáticas e Inglés.

¿Cómo llegamos hasta ahí? El cambio surgió hace un par de años, en 6º de Primaria, cuando comprobamos dos cuestiones: por un lado, comprobamos que al final del trimestre se acumulaban los contenidos que quedaban por impartir; por otro, nos preguntamos con qué herramientas salían del cole nuestros alumnos al acabar la etapa de Primaria. Fue entonces cuando quisimos ponerlos a prueba y ver si tantos años de estrategias de pensamiento, metacognición y reflexión habían dado su fruto en un aprendizaje real por competencias.

Nos sorprendieron, y mucho, con su organización, la gestión del tiempo y el mantenimiento del esfuerzo mientras iban adquiriendo nuevos conocimientos, adaptados a sus necesidades. Tal fue el éxito que se siguió implantando la metodología de las Estaciones de Aprendizaje y la extendimos a todos los cursos de Lengua, desde 1ºEP hasta 6ºEP.

Gracias a ella, al inicio de la pandemia, cuando se implantó ‘el cole en casa’; los alumnos pudieron trabajar sin la necesidad de supervisión de un profesor. Fue la evidencia de que habíamos comenzado a entrenar a alumnos autónomos de verdad. Y entonces llegó la aparición del primer ingrediente clave: la hoja de ruta.

Una hoja de ruta personalizada es la clave para que el profesor pueda gestionar su ‘aula en movimiento’. En ella, los alumnos tienen marcado un itinerario de aprendizaje que el docente planifica y personaliza. Esta personalización depende de los objetivos –contenidos y competencias– a alcanzar y de su forma de llegar a ellos: reducción del tiempo, organización espacial, actividades manipulativas, actividades estructuradas, uso de recursos alternativos de ayuda…

Este entrenamiento requiere hábito, planificación y entrega por parte del profesorado, pero sus resultados compensan al cien por cien.

Pero este ingrediente no es efectivo sin otro que le acompañe: la metacognición continua. Los alumnos detectan cuáles son sus obstáculos y ayudas necesarias para poder conseguir sus objetivos. Son ellos mismos los que cada día coevalúan el trabajo de un compañero. El tiempo dedicado a ello al inicio de su puesta en práctica ha sido fundamental para poder desarrollarlo con éxito. Este entrenamiento requiere hábito, planificación y entrega por parte del profesorado, pero sus resultados compensan al cien por cien.

Al inicio del uso de esta metodología, los alumnos sabían de gramática, ortografía, comprensión oral y otras dimensiones de la Lengua Española. Pero gracias al entrenamiento de la autonomía y el trabajo de reflexión diarios han conseguido mejorar como aprendices y también como personas.

Un lenguaje positivo de fortalezas y mejoras impregna las aulas, impulsando el aprendizaje de todos y cada uno de ellos.